El banco de la felicidad

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El banco de la felicidad, un aporte de María del Carmen Blanco Dean

En Narón, una localidad gallega en la que vivo actualmente, hay mucha gente mayor. Y tal como sucede en otros muchos pueblos españoles, en general les prestamos poca atención. Aquí, en estos primeros días, detecté una peculiaridad que me llama la atención

Un banco, a escasos centímetros de la calle más transitada del pueblo, que cinco encantadoras señoras ocupan todas las tardes. Sus edades oscilan entre los 78 y los 94 años y se conocen desde hace muchos años. Son 5 vecinas del barrio, que después de la siesta, se juntan en una tertulia que llama la atención.

Allí, conversan y discuten sobre cualquier tema, pero sobre todas las cosas, lo que más hacen es reír. Se ríen todo el tiempo y llaman la atención de quienes pasan por el lugar. Quienes ya las conocen, luego de tantos años les han puesto un nombre: “Las chicas del banco de la felicidad”.

Una rica historia personal

Todas ellas, con una rica historia personal, y una educación forjada en una base primaria casi inexistente en algunos casos. La época en que nacieron, fue un momento muy crítico de la historia reciente. Ello llevó a que aquellas niñas, debieran ayudar a sus mayores en el trabajo, sin otra opción. 

De todos modos, fueron capaces de seguir adelante con todos aquellos valores familiares, sólidamente aprendidos.

Y justamente, éste día, se preguntaban: ¿Qué se estará haciendo mal hoy en día, qué se enseña en las escuelas? Para que haya tanta violencia, agresiones y que los jóvenes sean tan maleducados.

Una de ellas, comentó, que cuando ella iba a la escuela, eran todos muy disciplinados, lo que decían los maestros y los mayores, se respetaba. Había que hacerles caso.

¿cómo era un día de clase?

Como maestra, no pude mantenerme al margen, por lo cual participé de la tertulia y les pregunté: ¿Cómo era un día de clase en aquellos tiempos?

Una de ellas, hoy bisabuela, esbozo una sonrisa y sus ojos somnolientos y cansados se comenzaron a iluminar. Ante esa avalancha de recuerdos felices, comenzó a decir: “ Salíamos de casa, con un vaso de leche blanca tibia en la tripa, (costumbre que mantengo hoy en día). Íbamos con la misma ropa del día anterior, con un lápiz y un cuaderno en una bolsa que mi abuela me había hecho con retales.

Llegábamos a la escuela, un salón amplio, donde convivíamos todos los niveles juntos, y nos sentábamos en largos pupitres. Una pizarra negra y al frente la maestra, que no era titulada, pero sabía lo suficiente para instruirnos en lo básico. 

La maestra exponía el tema del día y todos escuchando atentamente sin interrumpir, ello era motivo de castigo. Un castigo, que en aquellos tiempos era la vergüenza familiar, e implicaba además un nuevo castigo en casa”.

Y así cada una de estas felices abuelas, iban agregando algo distinto de su día a día en la escuela. Tenían amigos traviesos, pero nunca vivieron el vandalismo ni violencia de hoy. 

Una abuela pregunta: ¿No será por algo que comemos, que les hace actuar así? 

Todas dan su opinión: pues será, no creo, será por tanto vicio, los padres les dan todo. Nosotros no teníamos nada comparado a la actualidad, en fin.

Otra amiga decía que ella era muy creativa, y le gustaba hacer otras cosas y opinar, pero que el sistema educativo en aquel entonces, no le dejaba, la reprimía.

La mayor de las tertulianas comentó: “Hay que controlarlos, es lo que hace falta hoy y no dejar hacer lo que ellos quieran. No darles tantos vicios, ni comprarles lo que quieran, que eso los corrompe. Los padres les hacen la vida fácil y no se saben ganar el dinero, no saben lo que cuesta ganarlo. Tendrían que trabajar con las vacas, en la tierra y llevar los árboles al aserradero al hombro, como en nuestra época”.

¿cómo se enseña hoy?

Una de ellas me preguntó: ¿Cómo se enseña hoy en día? 

Y dije así: “ En la escuela del siglo XXI, los niños aprenden de forma activa e interactiva (en su época, eran reprimidas). El profesor, es un mediador, un facilitador, un supervisor de los alumnos. Tiene el rol de acompañar al niño en el proceso de resolución de problemas. Lo ayuda a despertar la imaginación, a satisfacer su curiosidad, a desarrollar su confianza, su autoestima para la toma de decisiones.

Participa en el desarrollo de talentos y aptitudes en lugar de marcar sus errores. Facilita estrategias, para solucionar los conflictos que se le presenten, a través de situaciones rutinarias que están ocultas en el trabajo del maestro. 

Las rutinas son tan importantes, porque le permiten al niño que fije secuencias temporales que le otorgan seguridad y confianza en sí mismo. Le facilitan hábitos y modos de actuar, que los prepara para un mundo multicultural, globalizado y en cambio constante.

Les pregunto a las abuelas: ¿Por qué un niño se porta mal

Ellas se ríen y hacen gestos cómicos, sin contestar directamente. Lo cual me permite continuar:

“Si el niño se porta mal, seguramente, es un niño desanimado, aburrido, o

quieren llamar la atención. O demostrar poder entre ellos, o vengarse por algo que le hicieron, o por incapacidad de lograr o comprender algo. 

El estrés aumenta cuando se enfrentan a distintos desafíos sociales, académicos, o internos. Por eso hay que motivarlos y estar pendientes de ellos.

Un niño se siente motivado, cuando siente que comprenden su punto de vista y los puntos positivos de su comportamiento. 

No hay niños buenos ni malos, hay comprendidos e incomprendidos. 

A tener siempre presente, que la educación comienza en casa, la familia es la base de toda educación y de nuestra felicidad.