Un día, aparecimos unos desconocidos seres vivientes. Poco a poco, con hambre, perseverancia y miedo, fuimos haciendo nuestro, todo lo que nos encontramos por el camino.
Algunos sostienen que evolucionamos de los monos. Otros, tienen teorías distintas, desde afirmar que siempre estuvimos aquí, hasta que somos nómadas estelares.
Parece algo agresivo el encabezado, tengan en cuenta que me incluyo, que me considero parte. Y lo digo con total conciencia, pues si reflexionamos un poco en nuestro proceder cotidiano, nos deberíamos sentir todos identificados.
Sí, somos una manga de alegres y felices parásitos. Lo cierto, es que ahora mismo estamos aquí, agotando el planeta y consumiendo todo lo que podemos.
Hoy entendemos como parásito, a todo ser viviente, que se alimenta de lo que produce otro ser viviente. En función de dónde se instale, puede ser interno o externo y siempre causa algún daño.
Así cambiamos:
La definición, en sí misma, no es ni buena, ni mala, solo es el modo en que funciona la naturaleza en general.
Claramente, en un primer momento, aquel puñado de seres humanos, hacía lo posible por sobrevivir. Exploraban, experimentaban con lo que se iban encontrando, probando diferentes cosas para alimentarse y cubrir las necesidades básicas
Y así continuamos, seguimos perfeccionando las técnicas, las formas de vivir, el modo de sostenernos a costa de quienes nos rodean.
Donde está el límite:
Todos sin excepción, buscamos acumular las cosas que consideramos imprescindibles para nuestra subsistencia. Todos sin excepción, aportamos algo a ese caos cósmico que seguramente en algún tiempo nos llevará a emigrar nuevamente hacia otros mundos.
Más allá de todas esas teorías, que abonan una gran conspiración, un gran plan maestro manejado por cuatro iluminados. Es posible, que muchas decisiones se tomen a ese nivel, aunque al final, quienes decidimos somos nosotros.
Exactamente, nosotros somos los que tenemos la última palabra, podemos elegir no comprar lo que nos venden. Podemos optar por no ser tan parásitos, por no ser tan fáciles de convencer, por no entrar en ese círculo vicioso.
Efectivamente, nosotros somos el principio y el fin, somos el límite más allá del cual puede suceder una cosa o la otra. Tenemos la potestad de ser parte del proceso de decisión. Podemos elegir una vida dedicada a cubrir nuestras necesidades básicas ancestrales.
Despertaremos nuestro espíritu nómada:
La otra opción es continuar en nuestro existir parásito, agotar nuestro hábitat hasta su extinción, que será seguramente nuestra extinción.
Así nos iremos consumiendo, hasta el momento de dar un nuevo salto cósmico. Hasta el momento en el que un selecto grupo, volverá a emigrar por el universo. Saldrá en busca de otros mundos, donde incubar tímidamente nuestro simiente parásito, para seguir en la misma.
Siempre hay esperanza:
De todas formas y sintiéndome parte de ese mundo parásito, siento que aún estamos a tiempo. Siento que de algún modo, éste planeta nos va a sacudir y nos va a poner en nuestro lugar.
Tengo la sensación, que en no mucho tiempo, ese sacudón hará una buena criba, una selección natural. Eliminará un buen número de parásitos de su faz, con un nuevo período glaciar. O como parece, aumentando la temperatura del horno para cocinar a un buen puñado de nosotros.
Luego seguramente todo volverá a su sitio, renaceremos de las cenizas con algo aprendido. Valorando mejor lo que significa compartir, cubrir las necesidades básicas. Y albergo una profunda esperanza, que seremos capaces de ello.
Tomemos conciencia, hagamos que nuestra inteligencia emocional funcione por encima de los meros cálculos personales. Dejemos salir esa alegría, ilusión, buena onda, optimismo, felicidad, amor y a vivir en paz.