Normalmente al presentarnos ante otra persona, le decimos el quien y el oficio lo dejamos a un lado. Vale decir, saludamos y nos identificamos con nuestro nombre y nuestro apellido en casos más formales. A lo que muchas veces nos responden con algún título por delante del nombre y apellido.
En alguna ocasión, al llegar a un sitio, en el momento de la presentación, digo quien soy sin obtener una contrapartida. Sin esa cortesía básica en respuesta a nuestra apertura. Yo soy de los que antes de continuar con lo que corresponda, reclamo la devolución. Solicito amablemente el nombre de quien me atiende y muchas veces, he recibido una respuesta que siempre me subleva. Soy la Dra., o Ing., o Arq., o el oficio que sea.
Siempre me subleva
Al recibir esa respuesta, mi reacción casi siempre es decirles que eso ya lo sabía o me lo imaginaba. Pues cuando vamos a ese sitio es por algo referente al oficio o profesión de quien allí se encuentra. La pregunta en mi caso, siempre va enfocada a la persona como tal, como ser humano. Busco la identidad desde el ser, para identificar el lado afectivo y emocional de mi interlocutor. Me interesa en primer lugar, quién es, antes de lo que hace para vivir.
Desde mi punto de vista, esa arista humana, es la que mejor nos muestra a la persona y a su desempeño en el oficio que desarrolle. En mi modesta experiencia, las personas que muestran buen humor y empatía, casi nunca defraudan. Son buenas personas y en general excelentes en lo que hacen, pues desempeñan sus tareas para el beneficio y el bienestar de sus clientes.
capta la esencia de la persona
Uno como cliente, como paciente, capta la esencia de la persona que le atiende. Se siente la alegría, la ilusión, la buena onda, el optimismo, la felicidad y el amor con que realiza la tarea. Y todos esos sentimientos y emociones, hacen que quien es atendido, sienta confianza y tranquilidad.
Así se desarrollan honestamente y con dignidad todos los oficios, para el bienestar, el regocijo y la felicidad de usuarios y oferentes. Y desde ahí, se produce la génesis de todos los beneficios. Desde la satisfacción de unos y otros, surge como consecuencia natural del buen hacer. Que además de la buena gestión, requiere sentir lo que se hace y porqué se hace.