Finalmente

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Finalmente, Europa debe invertir más en defensa. Algo que venía intentando esquivar en los últimos años y tal vez uno de los motivos por los cuales Rusia fue estimulada a invadir Ucrania. Vaya uno a saber, pero la única forma de empujar a la vieja y anquilosada Europa a salir de su zona de confort, finalmente apareció. El viejo miedo, el espectro de una nueva guerra continental, surtió efecto.

Parece algo muy simple, pero tiene un contexto un poco más complejo. Intereses que van cambiando especialmente por cuestiones hegemónicas. Unos que vienen ganando terreno, otros que pretenden controlar ese embate y otros que no quieren perder su estatus de potencia. El juego de siempre, mostrar atributos y verificar quién tiene el cohete más grande.

Un evento, que se lleva a cabo cada cierto tiempo y a partir del cual se reparte el pastel. Es el llamado orden mundial, que redistribuye las zonas de influencia, lo que se puede o no. En fin, un tira y afloja permanente. Una disputa que se va tejiendo sin prisa, con pequeños eventos invisibles para la mayoría de los mortales.

Y para tener derecho a una parte sustancial del pastel, ya no alcanza con tener logros sociales y económicos portentosos. También hay que demostrar otros atributos. Entre ellos, capacidad de respuesta frente amenazas de todo tipo. Lo cual se resume en disponer de los equipos y la capacidad bélica imprescindible para convencer de forma contundente y evitar colapsos. Y Europa en los últimos años escapaba a las inversiones en ésta área, que imperiosamente le exigían sus socios para mantener su cuota del pastel.

Finalmente, todo se funda en fijar prioridades y estas, solo funcionan cuando la realidad arrecia. Cuando, como en éste caso, se pretende cargar los costos a quien mas tiene por perder. Y que quienes pretenden seguir ganando, deben para ello cubrir otros frentes acuciantes. Por lo cual necesitan liberar costos de una parte para invertirlos en esa nueva exigencia.

Es cierto que todos quieren la mejor tajada de la torta. Pero también lo es, que todos tienen sus dificultades para digerirlo. Y esas indigestiones, son propias de cada interesado. Situaciones internas que en apariencia no afectan. Viejos rencores, ancestrales rivalidades que el tiempo no alcanza a dejar en el olvido.

Pecados y complejos no superados, que, atenazan y condicionan las decisiones estratégicas, lastrando el accionar cotidiano. Se trata de sentimientos, de historias emotivas que solo pueden sostenerse en lo más profundo de cada ser. Que se transmiten con el ejemplo de generación en generación. Por ello, ningún gobierno, ninguna potencia, ninguna amenaza podrá erradicarlas.

Ahora mismo, parece que la prioridad es Rusia y sus inseguridades, sus miedos a perder su influencia. Así como su necesidad de volver a incorporar puntos estratégicos a la vieja estructura. Con la cual USA quiere ampliar su control del frente este, pasando la factura a Europa. Por otra parte, además de eso, se trata de que USA controle mejor su frente oeste, ante la expansión China.

Un país, que todos creen potente y a priori carente de debilidades internas. Sin embargo, la dura disposición gubernamental de control y sometimiento ciudadano. Combinada con la intención de influir y digerir una mayor cuota del pastel, les llevan a desequilibrios internos. Y no solamente la distribución de la riqueza es desequilibrante, existen otros aspectos.

Su historia milenaria, esconde una carga de rivalidades y luchas internas por el control y dominio del país. Se trata a mi juicio, de un problema que subyace en la sociedad. Esa diversidad de reinos que integran su territorio, si bien parecen ahogados por la revolución, siguen ahí. Y probablemente en algún momento, resurgirán de sus cenizas. Reviviendo finalmente las viejas luchas de poder territorial.

Nada nuevo bajo el sol, es común a todos los países que pretenden expandirse y controlar todo sin tener en cuenta la diversidad. Los micro nacionalismos, que terminan debilitando y consumiendo la energía vital de cualquier país. Sobran ejemplos actuales y ni hablar de lo que nos cuenta la historia universal. Sentimientos que muchos siguen alimentando desde las sombras, con intenciones varias.

En fin, ahora toca apagar éste incendio. Una escaramuza que esperemos no pase a mayores. En la medida que se pongan en marcha ciertos flujos de inversión en defensa. Y todo a pesar de la energía más cara, del costo del dinero, del endeudamiento, de la prima de riesgo y la inflación. La tormenta perfecta para borrar y reiniciar el sistema. Pero parece que todo se solucionará poniendo la maquina de emitir moneda a funcionar.