El problema, los políticos

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El problema, los políticos. Cuando se someten y venden a los poderes ocultos. Cuando pierden el norte y no hay forma de justificar sus decisiones. Cuando solo se ocupan de blindar sus poltronas, sus pensiones y dejar a sus familiares y amigos bien acomodados. Cuando no les preocupa en lo más mínimo, el pueblo al que deben su posición. Cuando dicen una cosa y luego hacen la contraria.

En fin, que se han transformado de facilitadores y garantes del bienestar, la armonía y el orden, en generadores de conflictos. En gestores de un caos provocado por sus acciones, su incapacidad, sus insaciables apetitos y su desidia. Cualquier pequeño hecho histórico les resulta útil a los efectos de provocar enfrentamientos. Eventos pasados, que en general ya nadie tiene en cuenta, son amplificados y utilizados como arma arrojadiza para crear polémica. Discusiones que no conducen a nada positivo, solo a incrementar las diferencias y discrepancias.

Así, provocan que las puertas se cierren y sostienen su insignificante e inútil posición. Pierden de vista la oportunidad de hacer lo que de verdad es imprescindible. Por su avaricia y una efímera cuota de poder, son capaces de sacrificar a sus congéneres. Y prefieren trascender como pésimos gestores del bien común, por acomodarse en sus lujosos y cómodos aposentos. Dejando claro el título, el problema, los políticos.

Luego, se rajan las vestiduras despotricando y lamiendo sus heridas cuando surgen nuevos movimientos que acaparan el poder. Y a pesar de eso, siguen gritando sus anquilosados y anacrónicos discursos. Pierden la capacidad de aplicar el sentido común y de resolver los entuertos del modo simple.

Y no solo aquí, el mundo en general está en su gran mayoría huérfano de dirigentes políticos adaptados a su tiempo. Personas que sientan y se ocupen de los verdaderos problemas de la gente. Gestores que sepan hacer ese claro, nítido y delicado balance, donde todos los participantes asuman su rol. Y acepten que todos ganaremos en la medida de nuestro esfuerzo y aporte al conjunto.

En éstos tiempos, en los que escasean esos líderes, esos seres ejemplares que son capaces de ponerse codo con codo a remar con su gente. Cada ciudadano, debe asumir y erigirse en líder de su vida. Y eso, como todo, tiene aristas buenas y malas. Por un lado, se hacen visibles nuevos líderes con proyección. Pero por otro, pueden aparecer episodios que conduzcan a eventos de justicia por mano propia.

En fin, todo tiempo de crisis es tiempo de oportunidades, de cambio. Y lo que se va perfilando es un cambio radical en los conceptos ciudadanos. Ya pocos se creen los pretéritos, caducos y anacrónicos discursos, que muestran claramente que el problema son los políticos. El hartazgo es inconmensurable y nadie puede asombrarse cuando aparecen reacciones que embisten los poderes establecidos. Hace falta un cambio de dirección. Una evolución ideológica que nos lleve hacia un mundo balanceado y ecuánime