La sociedad quejica. Producto de la excesiva exigencia de derechos ciudadanos. Del olvido de las obligaciones de esos ciudadanos. De la manipulación de quienes pretenden polarizar la sociedad. De la falta de educación, de la ignorancia impuesta por las sucesivas «innovaciones» educativas. De quienes creen tener todas las respuestas. En fin, sería una larga lista que en el fondo todos conocemos y no hace falta enumerar al detalle.
En todos los casos, funciona un concepto erróneo de lo que significa la libertad. Se estimula a que cualquiera se sienta libre de reclamar aquello que desea, sin tener en cuenta a los demás. Olvidando que nuestra libertad termina en el momento que invadimos la libertad de quienes nos rodean. En canto a la instrucción, los sucesivos cambios de planes, promoviendo alumnos sin adquirir los conocimientos básicos; permiten seguir adelante a jóvenes con la excusa de mantener su autoestima, que igualmente terminará deteriorada por la falta de rigor.
Y así, esos líderes políticos y sociales, manejan los hilos del sentir popular. De tal modo que, más allá de fieles votantes, generan cómplices para sus tropelías y excesos. De sus gastos sin contrapartida, de sus dispendios desmesurados, de sus salarios, dietas y equipamientos injustificados. De asesores y personal agregado a dedo, innecesarios, generando un conjunto de fantoches ignorantes pero bien pagos. Todo ello, dando limosnas, supuestas ayudas a las que se tiene derecho, migajas con las que compran votos.
Ya es hora
Pero ya es hora de achicar presupuesto, de que ese grupo de quejumbrosos asuma su rol. Y se decida a eliminar gastos superfluos, a dejar atrás la ilusoria bonanza, que nos somete al endeudamiento eterno. Una deuda creada sobre una base poco sólida, a la que están sometidos todos los países. La decadencia de ese añejo acto de fe, nos sumerge en gran medida en el lodazal de la desconfianza y la desidia. A la que nadie pone coto y qué, de tan fácil, se convirtió en un vicio.
Como siempre sucede, alguien termina pagando esos desmanes. Entramados que se vienen tejiendo de muy lejos. Conformando una extraña y pegajosa mezcla embriagante de la que se aprovechan unos pocos y que pagamos la gran mayoría. Impuestos de los que nadie queda exonerado, desde los mayores ingresos hasta aquellos que apenas sustentan su hogar. Así es, es mentira que solo pagan impuestos quienes más tienen. Los pagamos todos sin excepción, en cada pequeña compra cotidiana, en cada insignificante actividad.
No se trata de
No se trata de dejar de pagar impuestos, de ninguna manera. Los impuestos son necesarios para solventar todas aquellas prestaciones imprescindibles que debemos asumir en conjunto. De lo que se trata es de tomar conciencia que el estado somos todos. De lo que se trata es de darnos cuenta que nada es gratis. De lo que sea trata es de reconocer y eliminar los gastos superfluos. Desde esos aparentemente insignificantes e inofensivas exoneraciones. Hasta los exagerados costos que nos aplican para solventar una legislatura.
Todo eso que hacen en nombre de la democracia y el bien común, que en el fondo, atenta contra esa misma democracia que pretende defender. Y atenta por la mentira, el engaño, el encubrimiento de gastos. Atenta por la impericia a la hora de hacer y aprobar leyes. Atenta por las discusiones estériles parra disputarse el título de quién es mejor. Atenta por lo que se aparenta, por lo que ese sugiere y no se hace. Atenta por los excesos, que restan inversión donde hace falta, en la salud, la justicia, la educación. En aquellas infraestructuras fundamentales para el futuro de la sociedad.
Atenta en la falta de objetivos a largo plazo, especialmente aquellos tendientes a mantener y mejorar la felicidad del pueblo. Y atenta por estimular a esa sociedad quejumbrosa a seguir ahí, asumiendo que se les debe atender y servir todo en bandeja. En lugar de asumir su rol, de ponerse manos a la obra a dirigir y encausar la vida como debe ser. Y asumir el rol de soberano comprometido, ecuánime y justo, quien otorga y quita autoridad.
Ante ese panorama
Supongo que ante ese panorama general, va ganando terreno una moda entre aquellos que se han enriquecido. En particular quienes lo han hecho honestamente, gente que con esfuerzo, perseverancia y talento, han logrado que sus habilidades les brindaran una gran prosperidad. Pues, algunos de ellos están proponiendo que los gobiernos les aumenten los impuestos en mayor medida. Una buena iniciativa, pero por otra parte algunos de ellos ya están haciendo aportes extra en distintos países.
Ya sea con donaciones de equipos médicos, aportes a organizaciones que ayudan a los menos afortunados, en fin. Que si alguien considera que está e condiciones de aportar más, pues tiene los mecanismos adecuados para hacerlo, no necesita permiso. Igualmente es una buena idea poner las barbas en remojo. Y también comprendo la necesidad de estimular a sus pares, promoviendo esas iniciativas personales.
Es algo reprobable, pero
Aunque por otra parte, esos magnates tienen colegas que han amasado igualmente fortunas y que por otras razones no están dispuestos a compartirla. Podríamos decir que es algo reprobable, pero también tienen sus razones. Y tal vez mucha gente estaría de acuerdo con ellos. En particular, en lo tocante a las malas prácticas de gestión, que ejercen casi todos los gobiernos. Esos mismos gobiernos y organismos internacionales, con información al día sobre los depósitos en paraísos fiscales.
Cifras descomunales sobre las cuales ningún gobierno ni organismo internacional actúa. Un anacronismo que ninguna de esas autoridades a las que les cedemos ocasionalmente el poder es capaz de cambiar. En particular, no concibo ninguna explicación plausible para continuar permitiendo esos excesos. Surgidos de acuerdos centenarios, tejidos en las lúgubres penumbras de antiguas sociedades que parecen perdurar. Y sin pretender entrar en el desarrollo de viejas conspiraciones, todo indica que siguen vigentes.
Una sociedad crucero
Así, nos vamos transformando vertiginosamente en esa sociedad quejica, apoltronada en su zona de confort. Apretando botones para obtener lo que necesitamos, dejando de lado el contacto personal y aislándonos del mundo real. Dando espacio a que la tecnología nos sustituya en tareas específicas. Pensando que eso es vida y que ese es el modo disfrutarla. Permitiendo que los conocimientos y las sanas costumbres ancestrales se vayan perdiendo.
Estamos llevando al mundo hacia una sociedad crucero. La tierra, es el transporte que nos conduce en un crucero circular por nuestro universo. Y nosotros cada vez más dispuestos a ser esos huéspedes de paso, que se dejan llevar sin hacer nada. Nos acomodamos en nuestro nido, viendo pasar la vida sin una sana ambición. Cada día intentamos hacer menos, hasta el punto en que dejamos que piensen por nosotros. Y, que nos culpen de todos los males, que nos señalen como responsables de cuanto desastre hay por el mundo.
Un puñado de espabilados
De eso, ya se ocupan un puñado de espabilados que manejan los hilos del sistema. Organizaciones políticas, económicas, sociales y de otros tipos, que barajan las cartas y las reparten a placer. Y también se van desarrollando tecnologías, que tienden a sustituirnos de forma más eficiente. Algoritmos y otras yerbas, que buscan mantenernos apoltronados, engordando y exigiendo atenciones.
Aquí, cómodamente en mi espacio personal, parece fácil hacer todos estos comentarios. Pero debo confesar, que me resulta difícil hilvanar todos estos pensamientos anárquicos. Pues en definitiva, formo parte de esta sociedad quejumbrosa; y también le doy a algunos botones, que me facilitan entre otras cosas, escribir y publicar mis panfletos. Por tanto, de una u otra forma todos estamos involucrados y somos cómplices de ese proceso. Pero a pesar de ello, me congratulo de levantar la voz para dar mi modesta opinión y generar controversia. Salud!!!!