Discusiones estériles

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Cuántas veces discutimos sobre diferentes temas y lo que en realidad hacemos es medirnos frente al interlocutor de turno. Y en general, no buscamos ampliar nuestros conocimientos ni ser mejores personas, solo satisfacer nuestro ego. Nos ponemos firmes ante nuestra propuesta sin intentar comprender las propuestas de nuestros contertulios. 

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Al final, la conclusión es que cada uno se queda con la sensación de haber ganado la contienda, de haber demostrado su pericia al demoler los argumentos del otro. No somos conscientes de que en realidad nadie gana sino que perdemos todos. Ya que en esa refriega, no aportamos nada sustancial a nuestras vidas ni a la de los demás. Tampoco tenemos en cuenta la perdida de tiempo, sin embargo seguimos aplicándonos con vehemencia para llenar nuestro día a día y justificar nuestra existencia. 

Nadie esta libre de caer en ello, sucede en todos los ámbitos de la actividad humana, en casa, en el trabajo, en nuestras actividades de ocio. Y fuera de dar un insignificante masaje a nuestro ego, lo que deja traslucir es desidia, incapacidad, intolerancia y una despiadada falta de empatía. Algo sumamente peligroso que, de muchas formas tiene influencia en nuestra vida cotidiana. Y tiene que ver, con casi todos los defectos que hemos desarrollado en nuestra vida y en la sociedad.

Y más allá de la forma en que hemos sido educados, hay un factor determinante, un ejemplo que vemos a diario en todos los medios de comunicación. Lo que nos muestran desde la política, un espejo en el que nos miramos cada día, del que no se rescata nada positivo. Solo vemos intransigencia, mala educación y escasez de ideas y propuestas beneficiosas para la gente de a pie. Un exceso de malas intenciones y un despiadado desarrollo de los egos personales, que se traducen en desprecio hacia los demás. 

De esos lodos, precipitan la crueldad injustificable del despilfarro institucional, el debilitamiento de la democracia, las abusivas atribuciones que ejercen los gobernantes sumidos en la soberbia. Un conjunto que cierra un círculo vicioso del cual aparentemente no podemos salir. Lo justificamos con una enorme cantidad de mentiras y trampas al solitario, da igual mientras sea posible mantener el status quo. 

No hemos aprendido nada ni de la pandemia, ni de los mensajes que surgen de las urnas, ni de las interminables guerras fratricidas. Seguirán apareciendo sorpresas que nos llevarán a despertar y preguntarnos, ¿ cómo hemos llegado a esta situación ? La respuesta es muy clara, nos hemos escondido en el ropero, acurrucados en nuestra zona de confort y dejamos hacer sin control. 

La burbuja creció desmesuradamente en base a que el dinero no es de nadie, a que conseguir financiamiento resulta muy sencillo. Y a qué de alguna manera, estamos cómodos, tirando manteca al techo con la excusa de hacer crecer la economía. 

Cómo ya he mencionado en otras oportunidades, hay que parar un poco y seguramente dar algún paso atrás. Seguir funcionando a este ritmo no es sano para nadie. Estamos alimentando un globo que en algún momento colapsará y así, si es posible, reiniciaremos el sistema. Dando crédito al concepto de que la historia es cíclica.

Aunque también hay otros métodos, la historia nos muestra el clásico juego de crear un enemigo común. Un objetivo con el que nos mueven a unir fuerzas y a justificar una enorme cantidad de cosas entre las que nos cuelan los restos de la incompetencia, la desidia y la inmoralidad.