Recuerdos de la guerra

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Recuerdos de la guerra, rememorados por mi suegro de noventa y dos años. Y seguramente también por otros memoriosos, que han vivido en sus carnes diferentes confrontaciones bélicas. Desde las consecuencias de la guerra de 1914, las diferentes revoluciones populares en Rusia y China. Luego la decadencia económica que en 1929 marca un mojón importante. Después, las diferentes crisis políticas que en España, precipitan la guerra civil de 1936. Luego, una nueva guerra mundial y muchas otras que a lo largo de los años, se han justificado con imaginación y desprecio por la vida.

Y en éstos días, nuestros venerables ancianos, hacen acopio de toda esa información y la transforman en acción preventiva. Personas que nunca pensaron volver a sufrir aquellas miserias. Qué, de aquellos niños criados en las penurias de contiendas civiles y mundiales. Seres que nos dieron la vida, se erigen en memoria, inteligencia práctica y reserva moral. Nos alertan de los caminos a seguir, del modo de evitar caer en ciertas prácticas abusivas. De no convertirnos en víctimas de la escasez provocada por especuladores y acaparadores oportunistas.

Esos seres que después de tanto trabajo y esfuerzo, hoy en su vejez, se ven amenazados por aquellas mismas penurias. Ellos son además nuestro sostén anímico, moral, y el vivo ejemplo de que es posible superar las calamidades bélicas. Pero por otra parte, con sus recuerdos de la guerra, nos dejan claro que ni ellos ni nadie quieren volver a pasar.

Si bien, en éstos momentos, hay algo que nos preocupa en mayor medida. La posibilidad de una hecatombe nuclear. La cordura y el sentido común, nos llevan a pensar que es algo poco probable. Sus consecuencias, aparentemente serian insuperables para cualquiera. De todos modos, la historia nos muestra que esas decisiones pueden tomarse. Ya se han usado, así como otros implementos bélicos devastadores y crueles.

De todos modos, la sensatez y la prudencia no es lo que estamos observando en general. Ya no se trata solamente de la invasión rusa a Ucrania, que vuelva a instaurar aquella bipolaridad. Se están produciendo muchos movimientos en otros tantos sitios, orientados a reordenar el balance de poder. Viejas disputas, que nunca se resolvieron adecuadamente, resurgen ante la ocasión. Los tambores que llaman a la guerra, suenan con fuerza por todas partes.

Un repique, que al resonar en los oídos, rememoran viejas sensaciones y ponen en alerta. Y a quienes no hemos estado cerca de esas disputas, pensar en quedar atrapados en algo así, nos atormenta y deprime. Y de alguna forma, nos predispone a prestar atención a quienes antes que nosotros sufrieron en sus carnes esos males.

Si priman la calma, el instinto de conservación y el sentido común por encima de las ambiciones personales. Seguramente la situación no pasará a mayores. Igualmente, lamentaremos las víctimas fatales, desterrados y todo el revuelo que pudo ser resuelto de un modo menos cruento.

Supongo que aprenderemos y daremos mayor importancia al escuchar para comprender y ser empáticos. Priorizando la trascendencia del ser sobre el tener, del compartir sobre el acaparar, de negociar para que todos ganen. Para no caer nuevamente en los recuerdos de la guerra. Eso será posible cuando se dejen de lado la avaricia, la codicia y la ambición desmedidas. Cuando prime la razón, debidamente escoltada por las emociones positivas y la franqueza de una sonrisa que salga del corazón.